lunes, 7 de septiembre de 2009

autoretrato

Llevaba algunos minutos ahuecando el espacio con los ojos. Luego de aislar las membranas que lo separaban del vacío, dejo caer su mirada en ese pozo de oscuridad. Tuvo encuentros con luciérnagas, con estrellas caídas, pájaros de piedra.

En esta operación no hubo gritos, tampoco la forma de devolver esa mirada a los ojos. Había que perderla, casi como dejarla caer, hasta volverla inalcanzable.
Sobrevivió a la presión de las tinieblas. Al laberinto del mundo. A su propia autodestrucción. El vacío que rodea el mundo es su memoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario